Casi nadie se imagina a su abuela chupando una polla o tomando por el culo, es normal, y es bastante probable que no les gustase hacerlo. El otro día un cliente de setenta y pico años me dijo que le habían hecho una exploración rectal en el hospital. Ni siquiera esperó a sentarse ni a dar los buenos días, lo dijo en la puerta. Les encanta contar sus truculencias aunque sea lunes, aunque sea otoño y las hojas se arrastren lánguidamente por el suelo mientras una lluvia melancólica chisporrotea en la ventana; aunque sea primavera y se pueda ver en el parque a unos niños jugando con un globo y riéndose o a una adolescente comiéndose una chocolatina con la mirada perdida; aunque suene el más alegre Swing del mundo en el tocadiscos y yo esté de buen humor o aunque suene el final de la opera y la protagonista se muera o el bueno de Bach vuelva a engañarnos haciéndonos creer que ahora sí que se acaba la melodía, para burlarse otra vez consiguiendo que él violin rice el rizo una vez más. Ellos tienen que contar sus historias de pus y caca y mi impulso incontrolable es decirles algo que no se esperan. Ese día recordé a la bellísima enfermera de las gafas de montura roja sobre ojos verdes. Cuando el viejo me dijo que había sido en el hospital de jove donde desvirgaron su culo pensé en los dedos finos de la enfermera de las gafas de montura roja deslizándose por su recto y así se lo hice saber. Le dije: “¿No tendría usted la suerte de que le hiciera la exploración una morenita de ojos verdes con gafas de montura roja?” Se puso muy nervioso. Era un tipo bastante rudo y torvo, a juzgar por las matas de pelo que salían de sus orejas y por la cara de subnormal enfadado con su puta vida. Me dijo en un tono seco y cortante que a él no le gustaban esas mierdas y que además “a una mujer hay que darle por donde hay que darle y hay que darle bien”(cito textualmente). Y se puso colorado como un centollo. El resto del corte trascurrió en silencio mientras mi imaginación se iba con aquella enfermera de ojos verdes y se alejaba del recto del cliente a la vez que tatareaba algo de doo wop para destensar el ambiente. Dudurududumm. Me he alejado un poco del tema del chiste, excepto en el hecho de que mi cliente se podría parecer perfectamente al tipo de la mamada. Pica en la imagen.
5 comentarios:
Supongo que fue muy duro para el tipo al que le encanta hablar sobre todas sus acciones fisiologicas comprobar que en lugar de una morenaza de ojos verdes, un extraño urologo metió sus dedos fríos en aquello que pensó siempre conservaría, y que encima le encontró cierto gusto (si no porqué se iba a poner hablar).
En fin, creo que tienes un amplio campo de información para tiras cómicas en el campo de la sanidad ¡yo hasta podría escribir un libro!
Eh, Rebeca, esta historia te ha llegado al alma. Deformacción profesional.
¡Qué pena no ser hombre para pasarme por tu peluquería a escuchar y soltar trrruculencias!
Porque las chicas, señoras, señoritas no hacemos eso, qué va. Es que ni se nos pasa por la cabeza. Y es más aburrido...
Tienes una risa fantástica.
Salu2
Pásate igual. Gracias, es mi mejor foto de risa porque me pillaron desprevenido.Pero le he blanqueado los dientes con photoshop.
Más que al alma, no lo sabes tú bien!! Dígamos que a un sitio un poco más profundo, ji,ji
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