El problema de simular una depresión es que hay que recapitular y buscar razones reales para estar deprimido, consiguiendo así que la interpretación en la consulta sea más creíble; lo que nos lleva a comprobar que realmente deberíamos habernos suicidado hace tiempo. Yo tenía estos datos: vivía en una casa de planta baja que olía mal, no tenía luz y tenía cien años, y en cuyo patio había una chabola con un esquizofrénico y su anciana madre a la que maltrataba.
Tenía un trabajo temporal de inserción laboral del ayuntamiento que consistía en golpear cunetas con una azada rodeado de yonkis y analfabetos.
Bebía 3 litros de vino diarios y fumaba 2 cajetillas de tabaco.
Estos datos, aliñados con una falta absoluta de expresión verbal y no verbal bastaron para convencer al la psicóloga y darme 6 meses de depresión pagados. Salí tan contento que me metí en la bodega a celebrarlo con cecina, vino, pan y queso, a lo grande. Incluso practiqué algunos ritos de cortejo que tenía apolillados en la memoria, con la camarera esa que siempre me miraba como a un puto gusano. Era subnormal pero estaba muy buena. Era subnormal porque siempre decía a viva voz que le daba mucho asco la gente que bebía vino a las 11 de la mañana, afirmación desafortunada cuando se trabaja en una bodega rodeada de una manada de alcohólicos. El caso es que le dije a la chica, valiente como me sentía por mi nueva situación de “enfermo- depresivo- cobrando”, que si ese azul de sus ojos eran unas lentillas porque parecía casi irreal y que hacía daño a la vista y que si tuviera los pezones del mismo color haría un bonito efecto optico, como de tener ojos en las tetas o pezones en los ojos, según se mirara. Me dijo cerdo y no me miró más a la cara en toda la mañana. Parecía que le molestaba servirme el vino y le daba asco que me lo bebiera a una velocidad tan vertiginosa. La cecina estaba de puta madre, sin toda esa mierda de aceite y orégano que le echan algunos enteradillos de taberna fina. Eso solo se hace si la cecina es una mierda, si esta buena no hay que joderla con aliños matasabores. Salí de allí con un buen cebollón y seguí la ruta con alegría. Tenía la sensación de haber aprobado unas oposiciones y así lo hacía ver.
En los bares conocidos me frotaba las manos, daba saltitos de payaso y gritaba entre carcajadas : “ ¡Me han dao 6 meses de baja por depresivo!”. El Frutero Pablo me miró con desaprobación y yo le dije, apuntándole con mi dedo índice a la frente “y eso me lo estás pagando tú y todo el resto de autónomos puteados”, ¡y hay que ver que cara mas macabra se le puso!.
Por la noche seguía celebrando mi depresión, ahora bailando con una borracha encima de la mesa en un pub. ¿Cuántas posibilidades había de que mi psicóloga estuviera allí y me viera dar rienda suelta a la depresión? Joder. Menuda cara se me quedó, con el sujetador en la cabeza y enfriados mis ánimos por la penetrante mirada de la psicóloga, que me taladraba desde la barra. Ya no la podría engañar de nuevo. Solo me quedaba cambiar de psicóloga, pero esa es otra historia.
Tenía un trabajo temporal de inserción laboral del ayuntamiento que consistía en golpear cunetas con una azada rodeado de yonkis y analfabetos.
Bebía 3 litros de vino diarios y fumaba 2 cajetillas de tabaco.
Estos datos, aliñados con una falta absoluta de expresión verbal y no verbal bastaron para convencer al la psicóloga y darme 6 meses de depresión pagados. Salí tan contento que me metí en la bodega a celebrarlo con cecina, vino, pan y queso, a lo grande. Incluso practiqué algunos ritos de cortejo que tenía apolillados en la memoria, con la camarera esa que siempre me miraba como a un puto gusano. Era subnormal pero estaba muy buena. Era subnormal porque siempre decía a viva voz que le daba mucho asco la gente que bebía vino a las 11 de la mañana, afirmación desafortunada cuando se trabaja en una bodega rodeada de una manada de alcohólicos. El caso es que le dije a la chica, valiente como me sentía por mi nueva situación de “enfermo- depresivo- cobrando”, que si ese azul de sus ojos eran unas lentillas porque parecía casi irreal y que hacía daño a la vista y que si tuviera los pezones del mismo color haría un bonito efecto optico, como de tener ojos en las tetas o pezones en los ojos, según se mirara. Me dijo cerdo y no me miró más a la cara en toda la mañana. Parecía que le molestaba servirme el vino y le daba asco que me lo bebiera a una velocidad tan vertiginosa. La cecina estaba de puta madre, sin toda esa mierda de aceite y orégano que le echan algunos enteradillos de taberna fina. Eso solo se hace si la cecina es una mierda, si esta buena no hay que joderla con aliños matasabores. Salí de allí con un buen cebollón y seguí la ruta con alegría. Tenía la sensación de haber aprobado unas oposiciones y así lo hacía ver.
En los bares conocidos me frotaba las manos, daba saltitos de payaso y gritaba entre carcajadas : “ ¡Me han dao 6 meses de baja por depresivo!”. El Frutero Pablo me miró con desaprobación y yo le dije, apuntándole con mi dedo índice a la frente “y eso me lo estás pagando tú y todo el resto de autónomos puteados”, ¡y hay que ver que cara mas macabra se le puso!.
Por la noche seguía celebrando mi depresión, ahora bailando con una borracha encima de la mesa en un pub. ¿Cuántas posibilidades había de que mi psicóloga estuviera allí y me viera dar rienda suelta a la depresión? Joder. Menuda cara se me quedó, con el sujetador en la cabeza y enfriados mis ánimos por la penetrante mirada de la psicóloga, que me taladraba desde la barra. Ya no la podría engañar de nuevo. Solo me quedaba cambiar de psicóloga, pero esa es otra historia.
4 comentarios:
Jajajajaja, tienes muchas historias con las que deleitarnos y hacernos reir. Y doy fé de muchas jajajajaja besotes
Joder, a ver si me van a denunciar por alguna de ellas.¿quien eres? Mejor no digas tu nombre, no vaya a ser que te llamen de testigo.
XDDDD No sé si me río más con las viñetas o con las historias que las acompañan... Ya me dijiste una vez que eran mitad real y mitad inventadas, planteate escribir tus memorias ;P
dirty saludos¡¡¡¡
Hasta hace poco no se me había ocurrido que se me hubieran acumulado tantas anécdotas novelables.
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