Quiero la zanahoria
Ilustración de Alejandro Nafría
Como
cómico no me dice nada a mí tampoco, el Pablo Iglesias. Estoy
expectante, pero no seré yo el que no le de una chance a uno que todavía
no ha robado y cuyo discurso me gusta. Si tiene los huevos de
presentarse en Asturias y definir como tópicos los iconos
revolucionarios de la izquierda asturiana y salir ileso y aplaudido es
que algo está haciendo bien. ¿Habrá algo menos populista que poner en
tela de juicio todo aquello a lo que en Asturias (borracha y dinamitera)
nos aferramos en un eterno acto de fe que ya no da resultados. Admirar
los logros del pasado es respetar; girar en bucle en torno a ellos es
morderse la cola.
Hay quien dice que PODEMOS estar siendo
manipulados sin advertirlo y quien ve (con mucha imaginación en mi
opinión) alguna patología narcisista y megalómana en la personalidad de
Pablo Iglesias o, lo que es peor, un tirano y dictador, talibán de
izquierdas. Si PODEMOS estar ante una maniobra bien orquestada de la
izquierda descontenta es algo que me importa una mierda porque igual ya
va siendo hora de que alguien nos manipule positivamente de una vez o en
alguna dirección al menos. Manipúlenme, por favor, a los votantes
descreídos y los que se abstienen y pónganles la zanahoria delante.
Manipúlenme a mí también con sensateces, que hace mucho que nadie me
pone delante a la madre de todas las zanahorias. Una zanahoria hermosa
debajo de un arcoiris en el país de la piruleta, si hace falta, pero una
zanahoria que nos haga salivar de ansiedad.
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