domingo, 5 de enero de 2014

La cabeza deforme de Tony Soprano



Iba a ser bueno. De hecho, y aunque no lo creáis, casi siempre soy bueno desde hace más de 6 años. Desde hace 6 años y 4 meses. Decidí salir, imbuido por el espíritu navideño y por el sábado. La idea, en principio, era quedarme en casa, pero al ver a Tony Soprano hablando con la psicóloga  aquella que se casó con Ray Liotta en “Uno de los nuestros” cambié de opinión. No cambié de opinión por nada de lo que estuvieran diciendo porque hace tiempo que no les hago caso a los señores de la pantalla, cambié de opinión porque observé que a Tony Soprano se le deformaba la cara en la pantalla y a ella no y lo interpreté como una alucinación en mi mente producto de un tumor cerebral. Se han ido unos cuántos este año y ahora me tocaba a mí así que decidí tomarme una noche de aquellas. Ya no sé cómo se fabrican esas noches pero esta me salió. Después de dos vinos solitarios aparecieron, como si alguien de ahí arriba los hubiera puesto a mi disposición, Arantxa e Íñigo, asturiana ella y super-vasco él. Ya iban algo tajas y me lo contagiaron de inmediato. El día de nochebuena les había amargado la sesión vermú hablándoles del declive y la vejez e intentando elaborar un plan para no caer en manos de enfermeros-as desaprensivos en caso de perder el juicio. Por alguna razón, siempre que los veo me los imagino 20 años después frescos como rosas mientras yo me arrugo y me vuelvo loco. Frescos como rosas y algo borrachos. El día de nochebuena les di instrucciones de lo que deberían hacer cuando me diera otro ictus que me dejara sin habla y sin opción de defenderme de la estupidez ajena y creo que se alegraron cuando me fui a casa de la familia un poco antes de lo pensado. Pero esta vez no. Esta vez estábamos contentos y ellos más borrachos que yo. Apareció un amigo suyo y enseguida mío. Uno de esos que cuando bebe abraza  hasta hacerte perder el equilibrio. Íñigo  me dijo que había leído mi libro y que los cómics no le daban más pero con los textos había dejado atrás a Bukowski y a Fante. Mi ego se infló como un globo y me tomé otro vino. Me daba igual que fuera mentira o verdad pero si lo decía Íñigo es que lo pensaba.
Adiós, adios, les dije, después de emocionados abrazos. Ellos bebían a más ritmo que yo y en breve no habría feeling. También me preocupaba que mi lado derecho se emborrachara antes que mi cabeza y comenzara a caminar como un caminante. Me iba a casa caminado como persona todavía pero al pasar cerca del Savoy nuevo este me abdujo. Para caminar entre la gente tuve que hacer el número del minusválido que se cae con un roce. Es verdad que si alguien me empuja levemente pierdo el equilibrio pero como no es este un dato que esté escrito en mi frente me veo obligado a exagerar mis carencias al andar entre multitudes y que me abran pasillo. Estuve un rato mirando lo que hacía la gente y luego me entraron ganas de cagar. No había pestillo pero a cambio había en la parte inferior de la puerta un enorme corte con forma de arco que dejaba ver uno de los pies del cagón y todo mundo se daba cuenta de que allí había alguien sentado al ver el pie y oler la mierda. Después salí y me acodé en la barra y estuve un rato mirando lo que hacía la gente. A veces pasaba un conocido (“eeeeey”, decía yo, “eeeey” decía él o ella)
Me fui al Savoy viejo y apareció un famoso dibujante de mitología asturiana con dos amigos.
—Oye, tú que yes de Navelgas ¿Qué sabes de una putas que fueron allí desde Avilés y estaban todos meneándosela en la parte de arriba del Bar Cabanas? Porque cuentan eso por Cangas de Narcea pero parez una leyenda urbana. De un paisano que pilló al su fíu con toda la chavalería en pelotas y masturbándose porque querían esperar a las putas con la pollas listas y del disgusto de pensar que eran todos maricones le dio una angina de pecho.
—Pues fue una  fría noche de invierno y fue así. Mandaron al fíu del panadero a por putas a Tineo y como estaba cerrado llamaron a Avilés a unas que ya conocían y así, con la noche de nieve y temporal, las putas fueron a Navelgas, pero antes de que llegaran a los chavales les entró la ansiedad y decidieron ponerse en pelotas y masturbarse para recibirlas.
—¿Masturbarse unos a otros? —preguntó uno de los amigos del dibujante.
—No, joder, cada uno con la suya. Que tamos hablando de Navelgas. El caso es que el panadero estaba haciendo el pan allí al lado y le dio mal rollo escuchar el xareo ese a las 6 de la mañana de día laboral y fue a buscar a su fío y los pilló a todos en pelotas con las pollas enhiestas. Los perseguía amenazante por el local gritando a su hijo “¡¡Mira esos cuerpos desnudos!!¡¡¿Te gustan?!!”. Luego le dio el amago de infarto y lo llevaron en ambulancia al hospital de Cangas. ¿Dices que esa historia te la contó gente de allí?
—Un efermero.
Nos echamos unas risas y después de hablar de cosas serias un rato nos despedimos y se fueron
Pedí otra cerveza y fui a mear. Sin querer le toqué el culo a una jamona con mi mano muerta y me miró como a un gusano. Intenté explicarle las cosas pero al escucharme caí en la cuenta de que sonaba a borracho disculpándose (“Pedrone señorita, no era mi intención, fui víctima de un ictus y…”).Bah, que se joda. En esto que me pongo a mear y un tipo calvo de unos 50 años va y me dice:
—¿Se me nota mucho que he bebido?
—Luego te digo que ahora estoy meando.
—Te invito a un cacharro en la barra —dijo, mientras se sacudía la chorra.
El señor calvo estaba al lado de mi cerveza en la barra y, la verdad, no era mi intención esquivarlo.
—Es que vivo con mi madre  por culpa de que la hija de puta de mi ex me ha dejado sin nada y ahora cuando llego a casa la vieja me huele el aliento y me echa la bronca como si tuviera 16 años. ¿Tomas otra cerveza?
—Vale.
—Es una hija de puta.
—¿La vieja?
—No, cojones, mi ex.
—…
—Bueno, mi vieja también.
—A veces, el retorno al hogar paterno después de cierta edad es interpretado por los padres como el retorno del adolescente y así te tratan.
—¿Eh?
—Que vaya mierda, a mí pasome lo mismo una vez hace 10 años.
A partir de ahí, empatía absoluta. Le dije que se cogiera un piso a medias con otra gente y él que no, que había estado en la cárcel y que ya no quería más convivencia. Le pregunte la edad y sonrió.
—¿Cuántos me echas?
—Cuarenta y siete — (siempre echo 3 menos de los que pienso)
Suelta una carcajada, la primera, y se va al servicio.
—Voy a mear y ahora te cuento.
Mientras espero aparece un chaval y pregunta por una bebida que se llama Jager y pide 4 chupitos. La conozco, esa bebida.
—Vas a vomitar hoy como un aspersor al llegar a casa —le digo, envalentonado por el hecho de que tengo canas en la barba.
—Pa eso bebo.
Claro, se me había olvidado.
—Tienes razón, qué coño —le digo, franco como 14 pesetas.
Se va después de darme la mano muy efusivamente, agradecido por mis consejos o quizás pensando “voy a darle la mano al tarado este que estamos en navidad”
Vuelve el patibulario y me dice:
—57
—¿57 qué?
—Tengo 57 años.
—Coño, pues los llevas bien, se ve que la cárcel conserva.
Me pongo colorado. ¿Acabo de meter la pata? No, se descojona y me abraza.
—La hija de puta de mi hija, después del tiempo que pasé en la cárcel, va y no me saluda.
—Jo.
—¿Otra cerveza?
—Bue…
—La quiero con locura, pero casi no me saluda, como si fuera un apestado.
—Na, seguro que en cuanto levantes cabeza y le pagues lo de la pensión te vuelve a hablar.
—¿Quién dijo nada de pensión?
(Ups)
—Me lo dijiste antes, que no tenías ni para la pensión de la guaja —(mentira)
—Ah…Pero qué hija de puta, mi ex y qué cabrona mi hija y qué rompehuevos mi vieja.
—Na, ahora según llegues a casa le prendes fuego a todo y a tomar por el culo.
—… ­—se me queda mirando.
—Era broma. Lo de tomar por el culo también.
Se parte el culo. Apuro la cerveza y, para no sentirme obligado a tomar otra, le cuento la historia de mi mitad derecha que se emborracha antes que la cabeza, que ya me toca irme a casa. Me abraza y me da dos besos.
Como las de antes, siempre se me arrimaban patibularios y borrachos y no jamonas y tías buenas. Siempre patibularios y dementes.
Me había dejado a Tony Soprano en pause, hablando con la psicóloga. Le doy al play. La cabeza de Tony ya no se deforma. Se ve que mi tumor se ha asustado y ha decidido remitir ante la amenaza de más fiestas salvajes.
Dedicado al Taki y al Pati.

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