Uno de mis deportes favoritos consiste en ir al paseo del
litoral justo cuando se encienden las luces y se va el sol. Me siento en un
banco y hago unos ejercicios que solo yo sé que estoy haciendo porque consisten
en ligeros balanceos casi imperceptibles para el ojo humano. Hago rotar mis
hombros pero sin que casi se note y dejo caer el torso ligeramente hacia
delante de manera que los abdominales y los lumbares trabajen sin que nadie se
entere. Me dejo caer a un lado un poco y luego al otro pero manteniendo la
horizontalidad de los hombros. Respiro con el abdomen. Me asombro cuando
alguien con una camiseta naranja pasa bajo la luz amarilla de las farolas
porque hace un curioso efecto irreal con el azul turquesa del mar de fondo. El
ruido de las olas. Oooooom.
—¡¡JAVIII, HOSTIA, JAVI!!
Era una tía que venía corriendo hacia mí desviándose de su
recorrido. Llevaba puesto ese brazalete para medir las pulsaciones y sudaba
como un pollo. Ni repajolera idea de quién era.
—¡Coño Javi, cuánto tiempo! ¿No te acuerdas de mí? Soy la
prima de Jandro ¿No te acuerdas? Aquella que paraba por el Toska que siempre
que estabas borracho me querías meter mano y un día te la chupé en el servicio.
Pero ahora te dejo que no puedo romper el ritmo que si paro más de un minuto
enfrío y tengo que ponerme en forma que me meto sidra y fabada como una gochina
y como no quiero quitarme de comer tengo que correr para quitarme estas lorzas.
¿Qué miras? Todavía estoy buena ¿eh? ¡¡ADIOS!!
Ni repajolera idea de quién era Jandro.
Pero creo que os estaba hablando de mis ejercicios de autoconocimiento
en comunión con la belleza de la puesta de sol en el mar cantábrico. ¿Por dónde
íbamos?
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