De
niño recuerdo que tenía un primo que sabía imitar con la boca el ruido de una
botella de champán al descorcharse. Yo no sabía silbar con los dos dedos en la
boca ni con cuatro ni con ninguno ni ganas que tenía pero cuando vi por primera
vez a mi primo hacer eso sentí una necesidad apremiante de aprender a hacerlo
yo también. Me despertaba en mitad de la noche intentándolo pero había algo que
fallaba, no conseguía hacer eclosionar el aire con la fuerza suficiente. Mi
primo me explicó que era como pronunciar la p pero sin utilizar las cuerdas
vocales, pero esa era una idea un tanto abstracta para un niño de 9 años. Po
fin ocurrió un día mientras me columpiaba en el parque. Se hizo la luz, paré el
columpio, sentí repentinamente que me había llegado una inspiración y ahora sabía
cómo hacerlo. Mire a la niña de al lado con expresión entre alucinada y absorta
y ella debió notar una luz en mi rostro porque paró su columpio y se me quedó
mirando. Lo hice. No creo que haya una onomatopeya que describa ese ruido con
fidelidad así que nos quedaremos con PEP. La niña era la menor de 13 hermanos
que vivían hacinados en un piso pero a pesar de eso resulta que también sabía hacer
PEP y respondió a mi provocación con uno más sonoro incluso que el mío. Seguimos
el reto durante un rato y cada vez se me daba mejor. Finalmente hice uno tan bueno
que ella misma se dio cuenta de que no podría superarlo y, ofuscada, me escupió
a la cara y se fue. Era muy buena escupiendo. Antes de hacerlo sacó la lengua
con el salivazo y la volvió a meter haciendo algo con la garganta que daba a
entender que lo iba a expulsar con mucha fuerza. Más tarde tuve oportunidad de
conocer a sus hermanos y comprendí que todos ellos competían a la hora de
escupirse entre ellos y dotaban al acto
de una teatralidad y ceremonia que paralizaba a la víctima, que no era capaz de
reaccionar a tiempo y cubrirse la cara con las manos. Desde ese día, cada vez
que nos cruzábamos por el pasillo nos mirábamos y hacíamos PEP y sonreíamos. Llegamos
incluso a trabar amistad y un día me enseño a restallar los nudillos. Era una
niña asombrosa.
Recuerdo
que mis primeros días haciendo PEP fueron muy intensos. Lo hacía a todas horas
de tal manera que llegué a interiorizarlo y automatizarlo como una especie de
tic y en cuanto me ponía a hacer deberes o cualquier otra cosa que exigiera
concentración me salían de manera continuada y compulsiva los PEPS. Tenía por
aquel entonces un profesor cruel y despótico que golpeaba a los niños con sus
nudillos peludos aunque yo había conseguido librarme hasta entonces por alguna
razón que desconozco. No se había fijado en mí. Sin embargo un día estábamos en
clase haciendo unas cuentas y el PEP comenzó a salir de mi boca de manera
inconsciente y automatizada. El profesor, que se llamaba don Joaquín, gritaba:
-¡¡¿Quién
está haciendo ese ruido?!!
Pero
nunca me pillaba ni yo sabía a qué se refería porque ya os digo que lo hacía de
manera inconsciente. En un momento dado debió darse cuenta y localizarme y fue
acercándose sigilosamente, muy despacio, hasta que su sombra se proyectó sobre
mi libreta. Noté su aliento en mi cogote, me volví a mirarle y lo hice: PEP.
Me
agarró de la oreja y me llevó hasta el encerado.
-Vuelve
a hacerlo –me dijo
Lo
hice. Nunca había sufrido uno de sus hostias del revés y me tembló el cerebro
dentro del cráneo.
-¡¡Hostia!!-dije
-¿Qué
has dicho?
-Hostia.
Y
otro bofetón.
-¡¡Hostia!!
-¿Qué
has dicho?
-Hostia
Y otro bofetón. Así hasta cuatro veces. Qué hijo de puta. Ya nunca más
hice ese ruidito que tan feliz me hacía hasta el otro día. Veréis, iba yo andando
por la playa cuando me crucé con un tipo
igualito que mi profesor Don Joaquín pero 40 años más viejo. Era él. Me di la
vuelta y lo seguí. Entró en una cafetería y yo detrás. Me puse a su lado. Pidió
un cafelito y yo otro. Esperé un rato para saborear mejor el momento. Me acerqué
a él sigilosamente hasta que tuve mi boca casi metida en su oreja, se la agarré
muy fuertemente y lo hice: PEP
2 comentarios:
No he podido reprimir un par o tres de PEPS mientras lo leía. Quería comprobar si aún podía hacerlo. Y juro por Mazinger Z que también puedo hacerlo usando además cualquier dedo de la mano, incluído el pulgar, usando la boca de caja de resonancia y confiriéndole al PEP mucha más profundidad.
La amistad con la niña que también hacía PEP y restallaba los nudillos me ha parecido de lo más tierno.
Coincido en todo con Hombre malo!
y da pa un comic!
Publicar un comentario