jueves, 12 de julio de 2012

PEP

De niño recuerdo que tenía un primo que sabía imitar con la boca el ruido de una botella de champán al descorcharse. Yo no sabía silbar con los dos dedos en la boca ni con cuatro ni con ninguno ni ganas que tenía pero cuando vi por primera vez a mi primo hacer eso sentí una necesidad apremiante de aprender a hacerlo yo también. Me despertaba en mitad de la noche intentándolo pero había algo que fallaba, no conseguía hacer eclosionar el aire con la fuerza suficiente. Mi primo me explicó que era como pronunciar la p pero sin utilizar las cuerdas vocales, pero esa era una idea un tanto abstracta para un niño de 9 años. Po fin ocurrió un día mientras me columpiaba en el parque. Se hizo la luz, paré el columpio, sentí repentinamente que me había llegado una inspiración y ahora sabía cómo hacerlo. Mire a la niña de al lado con expresión entre alucinada y absorta y ella debió notar una luz en mi rostro porque paró su columpio y se me quedó mirando. Lo hice. No creo que haya una onomatopeya que describa ese ruido con fidelidad así que nos quedaremos con PEP. La niña era la menor de 13 hermanos que vivían hacinados en un piso pero a pesar de eso resulta que también sabía hacer PEP y respondió a mi provocación con uno más sonoro incluso que el mío. Seguimos el reto durante un rato y cada vez se me daba mejor. Finalmente hice uno tan bueno que ella misma se dio cuenta de que no podría superarlo y, ofuscada, me escupió a la cara y se fue. Era muy buena escupiendo. Antes de hacerlo sacó la lengua con el salivazo y la volvió a meter haciendo algo con la garganta que daba a entender que lo iba a expulsar con mucha fuerza. Más tarde tuve oportunidad de conocer a sus hermanos y comprendí que todos ellos competían a la hora de escupirse entre ellos  y dotaban al acto de una teatralidad y ceremonia que paralizaba a la víctima, que no era capaz de reaccionar a tiempo y cubrirse la cara con las manos. Desde ese día, cada vez que nos cruzábamos por el pasillo nos mirábamos y hacíamos PEP y sonreíamos. Llegamos incluso a trabar amistad y un día me enseño a restallar los nudillos. Era una niña asombrosa.
Recuerdo que mis primeros días haciendo PEP fueron muy intensos. Lo hacía a todas horas de tal manera que llegué a interiorizarlo y automatizarlo como una especie de tic y en cuanto me ponía a hacer deberes o cualquier otra cosa que exigiera concentración me salían de manera continuada y compulsiva los PEPS. Tenía por aquel entonces un profesor cruel y despótico que golpeaba a los niños con sus nudillos peludos aunque yo había conseguido librarme hasta entonces por alguna razón que desconozco. No se había fijado en mí. Sin embargo un día estábamos en clase haciendo unas cuentas y el PEP comenzó a salir de mi boca de manera inconsciente y automatizada. El profesor, que se llamaba don Joaquín, gritaba:
-¡¡¿Quién está haciendo ese ruido?!!
Pero nunca me pillaba ni yo sabía a qué se refería porque ya os digo que lo hacía de manera inconsciente. En un momento dado debió darse cuenta y localizarme y fue acercándose sigilosamente, muy despacio, hasta que su sombra se proyectó sobre mi libreta. Noté su aliento en mi cogote, me volví a mirarle y lo hice: PEP.
Me agarró de la oreja y me llevó hasta el encerado.
-Vuelve a hacerlo –me dijo
Lo hice. Nunca había sufrido uno de sus hostias del revés y me tembló el cerebro dentro del cráneo.
-¡¡Hostia!!-dije
-¿Qué has dicho?
-Hostia.
Y otro bofetón.
-¡¡Hostia!!
-¿Qué has dicho?
-Hostia
Y otro bofetón. Así hasta cuatro veces. Qué hijo de puta. Ya nunca más hice ese ruidito que tan feliz me hacía hasta el otro día. Veréis, iba yo andando por la playa cuando me crucé con  un tipo igualito que mi profesor Don Joaquín pero 40 años más viejo. Era él. Me di la vuelta y lo seguí. Entró en una cafetería y yo detrás. Me puse a su lado. Pidió un cafelito y yo otro. Esperé un rato para saborear mejor el momento. Me acerqué a él sigilosamente hasta que tuve mi boca casi metida en su oreja, se la agarré muy fuertemente y lo hice: PEP


2 comentarios:

Hombre Malo dijo...

No he podido reprimir un par o tres de PEPS mientras lo leía. Quería comprobar si aún podía hacerlo. Y juro por Mazinger Z que también puedo hacerlo usando además cualquier dedo de la mano, incluído el pulgar, usando la boca de caja de resonancia y confiriéndole al PEP mucha más profundidad.

La amistad con la niña que también hacía PEP y restallaba los nudillos me ha parecido de lo más tierno.

Anónimo dijo...

Coincido en todo con Hombre malo!

y da pa un comic!