Conseguí un trabajo basura para el ayuntamiento en
mantenimiento de cunetas. Solo son seis meses pero te dan un uniforme rojo muy
bonito y una azada para que le des a la cuneta y saques las malas hierbas que
crecen por ahí. Marisa se puso muy contenta porque es la primera vez que tengo
un trabajo asalariado desde que estoy con ella. Me pusieron a trabajar con
una señora que se debía encontrar muy sola porque hablaba como si no hubiese
mañana. El primer día me dijo “Hola, me llamo Ángeles” y acto seguido me contó
que cualquier día le iba a cortar los huevos a su marido y metérselos por el
culo porque le habían ofrecido entrar también a trabajar en las cunetas y había
dicho que le daba vergüenza que le vieran los amigotes.
-A él lo que le gusta es que los amigotes le vean borracho tratando
a las camareras como putas, como si tuviera algo que hacer con ellas, eso sí
que no le da vergüenza. Seguro que están hasta el coño de aguantar a borrachos babosos como él, que podrían ser sus padres,
pero él se piensa que todavía tiene 20 años. Eso sí, nunca me puso la mano
encima porque sabe que le doy una patada que le arranco la cabeza. El pequeño (diecinueve
años, cumple el mes que viene) también me viene borracho alguna vez pero no es
lo mismo porque no le huele el sudor tan asqueroso. Yo le digo siempre que los
borrachos siempre acaban como su padre que hace por lo menos 13 años que no me
la mete y mi niño me contesta que a lo mejor es porque le da asco y nos
doblamos de la risa. Yo le digo, cuando se me pasa la risa floja, que no, que
su padre hace años que no se ve la polla y que dudo que le sirva pa otra
cosa que pa mear. Además, me lo dijo una vecina que se lo había contado una
amiga que se lo había llevado a casa y después de hacer buf buf dos veces tuvo
que dejarlo porque aquello era como intentar meterse un plátano maduro pelado
en el ojete. Pero yo ya ni me preocupo porque a mí él también me daba un poco
de asco incluso ya desde antes de casarnos, lo que pasa es que en casa éramos
muchos y pillé al primero que tenía piso propio. Tuvimos una nena antes que el niño pero se la veía con poco espíritu y así, muy
ruinaca, y se murió de un garrotillo a los 12 años. El niño tenía entonces 6
años y hay que ver cómo lloraba el pobre. El padre le decía que se estuviese
tranquilo, que la niña estaba en el cielo con Fofó, el payaso de la tele y con
Rodríguez de la Fuente y Nino Bravo y con no sé cuántos futbolistas muertos,
pero el pobrecito era muy sensible y no había consuelo para él…
La señora no tenía límites. Hablaba y hablaba sin parar y me
dio la impresión de que si hubiera estado sola lo hubiera hecho igual.
-…Y entonces yo le dije al niño que esa novia que se había
buscado se la veía un poco marisabidilla y que enseñaba mucho las bragas pero
que por lo demás, mientras fuera limpia…
Y yo callaba.
-..Pero vamos a ver, le dije, pedazo de maricón, ¿qué vas a encontrar
tú a otra si hace 13 años que no te ves la polla…?
El caso es que a la señora le gustaba ponerse cada poco en
medio de la carretera para admirar la limpieza de la cuneta, el trabajo bien
hecho. Vi venir el camión pero pensé que no era asunto mío intervenir en la
causalidad divina ya que siempre he considerado que mi papel en la película de
la vida es el del extra que no interviene ni influye en modo alguno en el
argumento. Se dejó la mitad de los sesos en el asfalto y la otra mitad en el
frontal del camión. También algo de casquería esparcida por ahí. El camionero
se llevaba las manos a la cabeza primero y me miraba, quizás un tanto extrañado
de que yo hubiera reanudado mi trabajo en la cuneta y me hubiera puesto los
cascos. Me encanta trabajar con alguna voz angelical interpretando a Telemann.
Es como estar en el cielo, pero sin Fofó ni Nino Bravo ni de la Fuente ni
futbolistas muertos y, por supuesto, sin esta señora que estaba esparcida por
la carretera y que ahora hacía cola en la puerta de San Pedro.
El camionero se dirigía a mí. Movía la boca y hacía aspavientos pero yo no oía nada de lo que me decía porque tenía la música a toda hostia y estaba escuchando la voz de un ángel del cielo cantándome a mí y solo a mí.
-Yo a esa señora no la conozco, no está conmigo- dije. Y
seguí golpeando la cuneta con la azada.
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