A mi
Marisa le da a veces por hacerme preguntas que sabe que me alteran y confunden
y yo creo que lo hace solo por humillarme, a modo de venganza por tener que
soportar mi marianismo y hacerlo además con tan buena voluntad. El otro día me
preguntó que si consideraba que a mí me había tocado la porción de felicidad
que me correspondía, de repartirse esta entre todos los seres humanos.
¿Cómo se puede ser tan hija de puta?¿Qué clase de pregunta es esa que uno no
puede visualizar con claridad?
- ¿Qué
clase de pregunta es esa, Marisa? No la consigo visualizar con claridad.
-
Vale, piensa que la felicidad es una gran tarta a repartir entre todos y dime
si el tamaño de la porción que te ha tocado es pequeño o grande en comparación
con la que les ha tocado a otros.
- ¡¡¿A
QUIÉN, MARISA, A QUÉ OTROS, POR EL AMOR DE DIOS?,¿ES QUE QUIERES VOLVERME LOCO EN
DOMINGO Y CON ESTE SOLECITO?¿CÓMO QUIERES QUE SEPA EL TAMAÑO DE LAS PORCIONES
DE PASTEL QUE LES HA TOCADO A LOS DEMÁS SI NI SIQUIERA SÉ COMO ES EL TAMAÑO DE
MI PORCIÓN?!!
-...
-Además,
Marisa -me tranquilicé -tampoco me has dicho si se trata de una tarta de
chocolate o una de queso con su mermelada encima, porque estarás de acuerdo en
que a todos no nos gustan las mismas tartas. Yo prefiero mil veces un trocito
pequeño de la de queso con su mermelada de frambuesa por encima que diez tartas
enteras de chocolate pero, ya puestos a visualizar, casi preferiría que el
reparto se hiciese de porciones de queso de bola, aunque bien es verdad que
mucha gente preferiría un manchego curado.
-
Mariano, por favor, ¿te importaría hacer un ejercicio de abstracción e
imaginarte por un momento que a todo el mundo le gusta la tarta de queso, por
ejemplo, y en si el reparto se ha hecho de manera equitativa?
Estuve
un rato largo, muy largo, concentrado en la imagen de la gran tarta de queso y
aquellas bocas de desconocidos devorando sin parar, con las comisuras de sus
labios llenas de frambuesa. Con frambuesa y queso en las orejas y en la nariz. Niños,
viejos, viejas, mujeres desnudas que se tocaban y comían, indios de la india
comiendo sus porciones acostados sobre sus camas de pinchos y bomberos que se
metían al coleto un trozo de tarta del tamaño de un puño porque había un
incendio y tenían prisa pero no querían apagarlo con el estómago vacío. Un
enfermo terminal agonizando en el hospital que no podía con su porción, que era
enorme pero permanecía intacta en la mesita junto a una botella de zumo y una
radio pequeña que zumbaba porque probablemente se le habían acabado las pilas.
- No
entiendo, Marisa ¿De dónde ha salido tanto queso?,¿de dónde tantas vacas y quién
las ha ordeñado y quién le ha pedido a nadie que haga tanta cantidad de tarta
de queso? Has conseguido que se me revuelva el estómago y la cabeza, Marisa, si
no te importa, me voy a abrir una botella de vino y por favor no me pidas que
piense mientras lo bebo en el vino que le ha tocado a los demás en suerte. Yo
tengo el que necesito.
Mi Marisa se reía. Creo que se estaba riendo desde el principio.
1 comentario:
Casi no salgo de los de los zapatos.
Pero me gustó mucho lo del queso.
Un saludo, Javi.
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