Siempre pensé que hablar del tiempo es una frivolidad de relleno que solo sirve para establecer contactos esporádicos con desconocidos que te importan una mierda o hacer más llevaderas las compañías forzosas en tiendas y ascensores. Cuando tenía la peluquería no me quedaba más remedio que hablar del tiempo con los clientes y para entretenerme le daba giros desconcertantes a la conversación. Un día me dijo un señor calvo de ojos saltones que este tiempo no era normal y, mientras le arreglaba las patillas y la nuca, le hablé un poco del tiempo:
-Nononononono, no señor. Es una mierda de tiempo. Es asombroso el tiempo que hace. Si me dicen hace 30 años que iba a vivir para ver un mes de agosto como este no me lo hubiera creído. Aunque recuerdo otro agosto peculiar. Estaba lloviendo y pasaba las vacaciones en el pueblo. Había una niña de mi edad(13 o 14 años) que se refugió debajo del horreo conmigo y otro niño más joven que también se atechó con nosotros. El niño no decía nada y solo miraba como hablábamos y nos reíamos la niña y yo, pero en un momento dado se sacó la pirula y se quedó mirando para nosotros con cara desafiante. Luego dijo que éramos unos gilipollas y y que yo le tocaba las tetas a Patricia ( era el nombre de la niña) y se fue corriendo bajo la lluvia. Lo de las tetas de Patricia era porque andábamos siempre juntos y seguro que corrían rumores, pero yo de aquella no era muy listo para esas cosas y ya me estremecía con solo rozarle un codo.
El señor se quedó mirándome con cara asombrada. En ese momento entró un cliente, de uno 40 años de edad, y dijo:
- Voy a tomar un café y vuelvo, guárdeme la vez, si me hace el favor- y se fue.
Me acerqué a la oreja del cliente que todavía estaba rumiando la historia del niño y la pirula y le dije:
- Joder, no se lo va a creer, pero ese que acaba de asomar por la puerta es el niño que nos enseñó la pirula a Patricia y a mí, hace cosa de 30 años. Creo que no me ha reconocido.
Al señor se le habían puesto los ojos tan saltones que parecía que iban a saltar como los corchos de una botella de champán. No sé si entendéis lo que os quiero decir.
Pop, pop.
- Pues le voy a hacer un corte de pelo que se le van a quitar las ganas de andar por ahí enseñando la pirula- Y terminé con el calvo, que seguía sin articular palabra.
Se cruzaron en la puerta.
- ¿A que no sabe usted lo que le acabo de contar a ese tío de los ojos de huevo?- , le dije al nuevo cliente ( que no era en realidad el niño de la pirula), mientras le colocaba la capa.
Y se lo expliqué todo como acabo de explicároslo a vosotros.
¿Hablar del tiempo? Sí gracias, vosotros dadme pie que yo os cuento.
En la imagen, una de 5 páginas sobre el tiempo.
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