Le dije a Marisa que me iba a dar una vuelta solo y que me llevaba el bastón de mango de perro porque el de mango de ornitorrinco pesaba mucho y llamaba la atención, pero no creo que me oyera porque lo dije muy bajito con esa intención. Marisa pensaba que yo ya no podría salir a la calle solo jamás.
El reto era meterme en el mercado, en donde más tránsito de gente hubiera, y salir ileso.
-¡¡PERDÓN, SOY HEMIPLÉJICO, PERDÓN!!¡¡CUIDADO, HEMIPLÉJICO!!.
Para que nos vamos a engañar, me gusta la palabra y me parece que mi mal es mas glamuroso que una paraplejia por accidente de tráfico o una rotura de huesos. Lo mío tiene un halo de misterio porque es una parálisis causada por un daño cerebral; parece cosa de magia que una momentánea falta de riego en el cerebro pueda provocar tamaños estragos, y todo el mundo dice, cuando se lo explicas: "¡oh, parece mentira!"
El caso es que cuando estaba en medio del gentío que barajaba bragas, calcetines y camisetas, detecté a lo lejos a un señor que caminaba como yo. Él también me vio, como si tuviéramos unos radares busca- hemiplejias alojados en algún sitio. Sonreímos, empáticos, y sorteamos a un montón de gente para darnos la mano e intercambiar impresiones. Era un tipo muy guapete y con los ojos azules llenos de pestañas. En seguida advertí en él el síndrome de la resilencia. La renovación del espíritu engrandecido después de la desgracia y una especie de paz interior que iluminaba 20 o 30 metros a la redonda. Como él ya caminaba con más soltura y el bastón lo usaba de adorno, se permitió darme algunos consejos paternalistas y muchos, muchos ánimos y recomendarme mucha, mucha paciencia. Pero eran otras experiencias las que yo quería compartir.
-Dígame amigo, ¿a usted también le limpiaron el culo las enfermeras? A mi más veces de las necesarias. Me gustaba tanto que esas chicarronas hurgaran con sus dedos enguantados en mi ojete que me atiborraba a natillas para provocar ráfagas de excreciones diarréicas- Me reía mientras lo explicaba.
-...
-Creo que me odiaban...
-...
- Eran buenas chicas, sí señor, y sabían cómo limpiar un culo...¿A usted le pusieron esas cuñas metálicas para cagar?
Pero el hombre que irradiaba paz interior se perdía ya entre la multitud.
El reto era meterme en el mercado, en donde más tránsito de gente hubiera, y salir ileso.
-¡¡PERDÓN, SOY HEMIPLÉJICO, PERDÓN!!¡¡CUIDADO, HEMIPLÉJICO!!.
Para que nos vamos a engañar, me gusta la palabra y me parece que mi mal es mas glamuroso que una paraplejia por accidente de tráfico o una rotura de huesos. Lo mío tiene un halo de misterio porque es una parálisis causada por un daño cerebral; parece cosa de magia que una momentánea falta de riego en el cerebro pueda provocar tamaños estragos, y todo el mundo dice, cuando se lo explicas: "¡oh, parece mentira!"
El caso es que cuando estaba en medio del gentío que barajaba bragas, calcetines y camisetas, detecté a lo lejos a un señor que caminaba como yo. Él también me vio, como si tuviéramos unos radares busca- hemiplejias alojados en algún sitio. Sonreímos, empáticos, y sorteamos a un montón de gente para darnos la mano e intercambiar impresiones. Era un tipo muy guapete y con los ojos azules llenos de pestañas. En seguida advertí en él el síndrome de la resilencia. La renovación del espíritu engrandecido después de la desgracia y una especie de paz interior que iluminaba 20 o 30 metros a la redonda. Como él ya caminaba con más soltura y el bastón lo usaba de adorno, se permitió darme algunos consejos paternalistas y muchos, muchos ánimos y recomendarme mucha, mucha paciencia. Pero eran otras experiencias las que yo quería compartir.
-Dígame amigo, ¿a usted también le limpiaron el culo las enfermeras? A mi más veces de las necesarias. Me gustaba tanto que esas chicarronas hurgaran con sus dedos enguantados en mi ojete que me atiborraba a natillas para provocar ráfagas de excreciones diarréicas- Me reía mientras lo explicaba.
-...
-Creo que me odiaban...
-...
- Eran buenas chicas, sí señor, y sabían cómo limpiar un culo...¿A usted le pusieron esas cuñas metálicas para cagar?
Pero el hombre que irradiaba paz interior se perdía ya entre la multitud.
En la imagen una historia de 4 páginas con perversiones primarias.
2 comentarios:
Ay, la empatía, esa cosa que sólo funciona si es como en tu fantasía.
Sí, una persona no tiene que caerte bien por compartir desgracia
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