Aunque no lo parezca, este chiste es un melancólico homenaje a la tierna adolescencia, cuando, hartos de porros, hablábamos de putas y de Dios con irreverente indiferencia y una estúpida sonrisa en la cara, como peces en la pecera y la vida todavía por ocurrir. Las cosas pasaban, pero no iban con nosotros...
Bueno, miento, es una tontería que se me ha ocurrido con dos peces que hablan. ¿ Pero veis que fácil es darse importancia inventándose una profunda reflexión después de que el trabajo está ya hecho? Pues mucho cuidado con el arte moderno y el discurso que te vende. Haz la prueba a la inversa. Invéntate un discurso interesante y luego mea sobre el lienzo.
Ni que decir tiene que esto no es siempre verdad, pero hay tanto imbecil infiltrado que es muy difícil hacer la criba. En el próximo post os mostraré a un artista que se salva de la quema.
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