Después de terminar un proyecto y publicarlo y venderlo por ahí con
menos suerte que desgracia, una vez desinflado el ego y puestos los pies
en la tierra; una vez comprobado que el cielo no ha cambiado de color y
que la gente sigue con su vida a pesar de que haya un libro más en el
mercado, unas letras ilustradas de uno más que se mira el ombligo; una
vez pasados esos momentos de euforia y la espera estéril que viene
detrás, digo, solo queda la sensación de que ahora toca morirse
o esperar la muerte entretenido con algún pasatiempo vacuo, sin caer en
la cuenta de que lo que acabas de dejar en depósito legal a lo mejor es
el pasatiempo vacuo de otras personas que acaban de poner fin a otro
proyecto y que matan la muerte lenta mientras esperan que otro meta
motivo les lleve a sumergirse en una creación insensata o en un viaje
regenerador o en el mundo bucle del encaje de bolillos. Entonces, un
poco culpable por dejarme seducir por las ficciones ajenas, dibujo
distraídamente una mesa en un papel y le pongo un niño debajo. El niño
debajo de la mesa. Dos niños debajo de la mesa. Vamos a probar el pincel
nuevo. Le hago unas manchitas muy graciosas a las patas de la mesa.
Agoto la tinta del pincel dibujando un árbol; luego un payaso muerto con
el pilot. Si supiera escribir poesías escribiría una para el payaso
muerto. Me invento un Ron Soloz
que se atreva a intentarlo. Me escribe veinte disparates y se los
ilustro con esa seguridad que te da que el cliente sea inventado y no
tenga pensado pagarte. Discutimos. Lo dejo solo en una carpeta, triste
como su payaso muerto o como ese señor de gabardina que pasea tontuno
por el bosque, sin nada por debajo. Dibujo al señor tontuno de la
gabardina y pienso en qué poner en su camino para que no se aburra y que
no parezca que anda esperando la muerte y se me ocurre que de alguna
manera se podrá meter en el mismo paquete a los niños que acechan bajo
la mesa, al payaso muerto, al poeta inventado, al hombre triste y , por
qué no, a un perro muerto, y transformarlo todo en otro entretenimiento
tontorrón para alguien que acaba de terminar un corto de animación, una
cena para trece o una pared de ladrillos.
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