martes, 27 de enero de 2015

Laura (un ejercicio de estilo)



Hacía tiempo que sentía a Roberto ausente. Cuando ella le hablaba, él parecía desenfocar la mirada mientras asentía automáticamente y  pensó que de alguna manera quizá se estaba alejando o que quizá nunca había estado allí. Ya no recordaba cuándo fue la última vez que se rieron juntos, clavados lo ojos de uno en los del otro, iluminados de felicidad.
Apretó una vez más. Ahora sí, ahora la mierda se deslizaba por el ano compacta y suavemente. Contó los segundos que tardaba en salir la pieza. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés, veinticuatro (¡CONTAD CONMIGO!), veinticinco, veintiséis, veintisiete, veintiocho, veintinueve (¡ESAS PALMAS!), ¡TREINTA, TREINTA Y UNO, TRIENTA Y DOS, JODER, TREINTA Y TRES!
 ¡WAAAAAA, TREINTA y TRES SEGUNDOS DE ZURULLO ININTERRUMPIDO!
Laura no se lo podía creer. Pensó que Roberto se iba a reír con ganas cuando le contara lo que había evacuado de su vientre. Un monstruo de un metro de largo enroscado como una serpiente. Decidió dejarlo y esperar a que volviera del trabajo para enseñárselo, todavía con la esperanza de que sus corazones volvieran a encontrarse.
—¡Qué pena! —pensó—, si lo hubiera sabido hubiera cagado en la moqueta.

No hay comentarios: