Me conozco muy bien a mí mismo como para
 no saber que el homúnculo que me dirige se está partiendo el culo con 
la absurda teoría de que PODEMOS entre todos. El homúnculo sabe que 
todavía hay muchos españoles para los que el drama de esta crisis 
consiste en no poder cambiar de coche y su objetivo a largo plazo es 
poder cambiar de coche cada tres años, volver a  hacer funcionar la 
maquinaria que nos trajo hasta aquí. El homúnculo sabe que llevo desde 
que era niño asociando libertad con consumo y, pese a que llevo años 
reseteándome, a veces me  siento tan feliz y optimista que el homúnculo 
interviene. En realidad, cada vez que me compro cualquier prenda de más 
de 50 euros o un libro que no voy a leer me lo dice. Pero mis pequeñas 
vanidades no son nada. Hay por ahí quien quiere triunfar con mayúsculas.
 TRIUNFAR a costa de quien sea. Y quien quiere triunfar con minúsculas, 
ser un peón esclavo del “que me quede como estoy”. Y no son pocos.
—Oh, la Coca-cola ahora es el crimen 
organizado porque cierra una tienda al lado de tu casa —me dice el 
homúnculo— cuando lleva años siendo el Corleone de las bebidas 
refrescantes. No hay ni pizca de heroísmo en los cabreos de alguien que 
solo levanta el puño cuando tocan sus ahorros.
Qué cabrón, el homúnculo. Le voy a poner nombre: Impertinencio.
Ayer me lo decía también en ese evento 
de las primarias que organizaba PODEMOS en Gijón. “Fíjate, dicen que 
TODOS SABEMOS QUE NOS GOBIERNAN SINVERGÜENZAS Y QUEREMOS QUE LA COSA 
CAMBIE. Anda ya, tú conoces a 10 o 12 millones de personas que pasan de 
esto como de la mierda y que ni quieren cambios ni los necesitan. No los
 ves nunca, no sabes sus nombres ni tienes sus teléfonos, pero los 
conoces”.
La verdad es que tiene razón, el hijo de
 puta de Impertinencio. Pero no voy a ser yo el descreído que ponga 
zancadillas a la utopía. Lo he amordazado un rato y me quedo con que 
PODEMOS PODER.
 
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario