Quise darle una sorpresa a Marisa y hacerle una comida rica y creativa. Llené el carro del supermercado con lo necesario: Una berenjena, un calabacín, 12 gambas, medio kilo de carne picada, dos centollos, chorizo criollo, manzanas para el puré de manzanas, dos cartones de vino blanco y una botella de tinto de corcho y redecilla, unas ciruelas pasas, todas las especias del mostrador, garbanzos cocidos y fabes y lentejas también cocidas, las naranjas, la nata montada y las costillas de cerdo. Había una cola del demonio y detrás de mí un señor de mirada vidriosa con una barra de pan en el sobaco y una botella de vino en la mano quería compadrar conmigo quejándose de las putas viejas que contaban los céntimos y enlentecían la cola. No le hice mucho caso porque con el asunto de la hemiplejia también ando algo torpe manejando el dinero y entorpezco bastante el fluir de las colas del supermercado. El caso es que cuando me tocaba el turno ya estaba hasta la polla de escuchar al borracho cagarse en dios y en la madre de las viejas (pobrecitas, ya huérfanas de madre) así que al sacar el monedero deje caer todas las monedas a propósito para joderlo. Mientras me ayudaban a recogerlas agarré la botella de vino con la mano tonta y la dejé caer al suelo simulando torpeza. Se suponía que la propiedad de la botella en ese momento estaba en el limbo porque , aunque ya la habían pasado por el lector, todavía no estaban todos mis artículos contabilizados. La cajera apretó un timbre para que vinieran a limpiar y yo entré a por otra botella, observando por el rabillo del ojo la cara encolerizada del borracho y pensando algo así como "je je" (aunque yo no soy mucho de pensar onomatopeyas). Al volver con la botella ya había más gente nerviosa. Cuando la cajera fue a pasarla por el lector le dije que ese vino ya estaba pagado, que se había roto en sus dominios y las botellas del supermercado estaban aseguradas contra caídas hasta estar a 100 metros de distancia del comercio en que fueron adquiridas y que si no me creía podía ir a casa y traerle la constitución para que lo comprobara ella misma si es que no era analfabeta. Ahora sí que se cabreó y ya nada en el mundo la iba a hacer cambiar de opinión. Le dije que quería ver al encargado e hice amago de llamar a la munincipal.
-¡¡VOY A DENUNCIAR A ESTE SUPERMERCADO POR MALTRATAR Y VEJAR A UN MINUSVÁLIDO!!¡¡VAIS A SALIR EN TODOS LOS PERIÓDICOS!!¡¡ESTO NO VA A QUEDAR ASÍ!!.
En ese momento intervino el borracho, muerto de risa:
- Venga, déjalo ya hombre, que pago yo la botella si hace falta.
Me quedé mirándolo unos segundos como horas y le dije:
-Así me gusta, que te diviertas.
Luego me dirigí a la cajera:
- ¡¡YA NO QUIERO NADA DE ESTA PUTA MIERDA DE SUPERMERCADO!!¡¡UNO DE LOS TOMATES TIENE PELOS!!-(Mostré un tomate con pelo verde a la congregación)
Me fui dejando toda la compra donde estaba y acto seguido hice la misma compra en otro supermercado, a saber: Una berenjena, un calabacín, 12 gambas, medio kilo de carne picada, dos centollos, chorizo criollo, manzanas para el puré de manzanas, dos cartones de vino blanco y una botella de tinto de corcho y redecilla, unas ciruelas pasas, todas las especias del mostrador, garbanzos cocidos y fabes y lentejas también cocidas, las naranjas, la nata montada y las costillas de cerdo.
Ya en casa , pelé y troceé lo que era de trocear, abrí lo que era de abrir, y arrojé todo en una enorme pota y lo puse al fuego. Cuando vino Marisa ya estaba la comidita en su punto.
-¡¡SORPRESA!!¡¡HE COCINADO PARA TI!!
Levantó la tapa, husmeó, miró el contenido, me miró a mí, abrió la nevera, sacó la mortadela, cogió el pan, lo rellenó con la mortadela, se sirvió un vaso de leche, se comió el bocadillo, se comió una mandarina, levantó la tapa de la pota, husmeó, miró el contenido, me miró a mí sacudió la cabeza, se puso los zapatos y la chaquetita de punto y , antes de cerrar la puerta trás de sí, me miró profundamente como miraría una de esas obras de arte conceptual que tan poco la gustan.
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