martes, 26 de enero de 2010

MIS BOXER APRETADOS

Esto que os voy a contar es tan vergonzoso y miserable que no sé si hacerlo público. Recuerdo que al día siguiente de que me ocurriera me levanté con un sentimiento de culpa y vergüenza insoportables. Me puse mi pantalón blanco y una camisa blanca de algodón y me afeité, pero ni así se disipaba el pesar. También me puse los boxer de marca que me había regalado aquella imbécil que trabajaba en el psiquiátrico con todos aquellos enajenados y pretendía follarme a pesar de tener una mella en el labio superior y quizás los pies algo grandes. Pero los boxer eran suaves y apretados y me daban la sensación de tener una enorme polla palpitante. El caso es que en el bar estaban todos un poco achispados y yo, con eso tan espantoso que me había ocurrido el día anterior, no tenía ni resaca ni borrachera doblada ni nada de nada, solo esa angustia vital que te da cuando te ocurren esas cosas. Pedí un vino tinto y otro y otro y ni así se me quitaba el malestar. Cuando te ocurren esas cosas, es como si la personalidad se disipase y tuvieras que reconstruirla partiendo de la nada y el vino suele venir bien; pero esta vez no. Entonces apareció Oscar y me dijo que le acompañara a buscar las fotos que tenía revelando desde hacía una semana, porque yo tenía coche y él no, no porque le agradara mi compañía ni a mí la suya. Me contó por el camino que se había comprado un Mac y que el PC era para escolares; sin embargo, yo le había pagado sus cervezas y mientras me había tomado mis vinos perroneros. Cuando miré con cara lasciva a una chica que cruzaba me dijo que no tenía tetas y que yo debía tener problemas de autoestima para gustarme semejante saco de huesos. Luego me cambió la música de Bach por su mierda de Country rancio y llorón (si escuchas al revés un vinilo de country, la chica vuelve, el tractor funciona de nuevo y el perro resucita) y me llamó snob además de intentar convencerme de que no solo no me gustaba la música clásica sino que la ponía porque tenía problemas de autoestima y así tenía la sensación de ser superior en algo (otra vez la autoestima). El caso es que yo no me cabreo fácilmente y Oscar siempre me pareció un tipo digno de estudio y fuente inagotable de risas interiores, así que le seguía la corriente. Cuando recogimos las fotos las agarré yo del mostrador, no sé por qué. La chica miró intensamente a Oscar y alguien asomó la cabeza desde el estudio y aparecieron un par de cabezas más encima de esta. Mientras volvíamos al coche fui mirando las fotos y pasándoselas. En una estaba durmiendo borracho en una barra, en otra en el suelo, en otra en el suelo sin camisa, en otra en el suelo sin camisa y sin pantalones pero con rosas encima. en otra bocabajo desnudo con la cara sobre el vómito y una flor en el culo, y la espalda peluda llena de pétalos. Una bota roja y una luz de neón, y una tía en bragas sentada en un taburete de espaldas me hicieron reconocer una casa de putas. Luego Oscar me arrancó las fotos de la mano y ya no abrió la boca (estaba muy, pero que muy avergonzado). No quise preguntarle porque ya tenía la historia entera en la cabeza ( ese borracho fanfarrón había dado, de una manera u otra, con la horma de su zapato), pero se me olvidó aquello tan terrible que me ocurrió la noche anterior y prácticamente se me acaba de olvidar otra vez ahora. Es todo verdad de la buena, pero con los nombres cambiados y lo de los pelos de la espalda es mentira, Oscar no tiene pelos en la espalda. Tampoco encuentro ahora un chiste adecuado así que os pongo la del hijo tonto. Picad en la imágen.

2 comentarios:

Thornton dijo...

Javi, eres grande: Vestirse de blanco para aceptarse, escuchar música country al revés, olvidarse al final del principio...y el hijo tonto de regalo, lo dicho, eres grande. Un abrazo.
P.D. Mi chica también se ha enganchado a tus genialidades.

javiguerrero dijo...

Algunos se me ha cabreado por ponerles el cebo y al final no contarles nada. Y gracias.