No hay melancolía que se resista a ese festival de los sentidos que estimula nuestro ánimo hasta rayar con el paroxismo. Unas lágrimas de esperma se contienen a duras penas en la punta del nabo, las jovencitas se apresuran a mostrarnos su pies con sus sandalias griegas o romanas, el gato juega con la pelotita, el ratoncito asoma el hociquito, las piernas se mueven solas y los muñones callan y esperan.
Todo muy turbio. Luminosamente turbio.
ResponderEliminarYo últimamente tengo el pito como el brazo de un chiquillo agarrando una manzana.