Me siento en mi sitio de siempre del autobús y empiezan a entrar los nuevos viajeros en las siguientes paradas. Según se va llenando los voy catalogando y adivinando donde se van a sentar. En donde me siento yo nunca se sientan las viejas porque les queda muy lejos el timbre y hay que subir un peldaño y además les quedan los pies colgando, pero si aparece un tío enorme suele gustarle ese sitio porque le caben las piernas sin tener que poner las rodillas a la altura del pecho. Siempre sufro cuando entra uno grande porque, aunque vaya el autobús vacío, es fácil que quiera el asiento contiguo al mío y estos tipos tienen tendencia a abrir las piernas como si el tamaño de los huevos no les dejaran cerrarlas. Dicen que esos hombres que no tienen reparo en rozarse con las piernas de otros hombres tuvieron una infancia mísera, en pisos pequeños con muchos hermanos, y por eso el contacto físico les parece normal. Por ahí viene uno grande que casi toca con la cabeza en el techo. Lo dicho, se sienta a mi lado y me arrincona con sus piernas contra la ventanilla. Huele a vinazo y tabaco el muy cerdo, seguro que dormía con 3 hermanos en la misma cama y tuvo con ellos sus primeras experiencias sexuales. Todos esos niños sodomizados por el gigante maloliente que se sienta a mi lado, me gustaría conocerlos para reconocer la verdad en su cara y explicarles que ellos no tuvieron la culpa, que dejen de hacer mamadas por las estaciones. Saca un libro de….de…¡de Sartre! ¿Pero qué coño hace con esa pinta leyendo a Sartre? Y encima va por el final. Es la Nausea. Ahora retrocede a las primeras páginas. Joder, yo hacía lo mismo, saltaba de un lado a otro evitando los pasajes soporíferos. ¡Qué miserable! Puedo comprender que un tío sin cultura sodomice a sus hermanos pero un tipo de letras debería meter la polla solo en cuerpos adultos y sin relación de consanguinidad. Casi me atrevo a preguntarle cómo es que una persona que lee a Sartre se dedicó durante la adolescencia a sodomizar a sus hermanos sistemáticamente; pero mi sentido arácnido del peligro me advierte de que puede no ser sensato hacerlo. Finalmente decido ponerle un cebo y le digo:
-¿Por qué lo hizo? Solo eran unos niños.
Se me queda mirando
-Eran unos niños- le digo, inyectando mi mirada de sabio gurú en sus ojos.
Se levanta y se sienta en otro lado. Qué risa, las rodillas le llegan al pecho.
Ahora entra una rubia de tres pares de cojones. El autobús va casi vació y va la tía y se sienta a mi lado. Abre las piernas como si tuviera huevos y aprieta su muslo contra el mío. Esta vez no me aparto. La miro de reojo varias veces. Luego la miro directamente para examinar su perfil y cuando me mira por el rabillo del ojo disimulo levantando mucho la cabeza como si estuviera examinando el contenido de un escaparate de los chinos que hay afuera y arqueando las cejas exageradamente. Saca un libro y mueve los labios mientras lee (¡qué palurda!, encima es uno de Ruiz Zafón). Tiene un hilillo de saliva que une el inferior con el superior. Uhhmmm. Dejo caer mi mano muerta sobre su muslo. Se levanta y se cambia de sitio. ¡Qué tontorrona! Cuando se acerca mi parada, me levanto y me acerco a la puerta. Un yonki esta discutiendo con un gordo macarrilla en el descansillo de la mitad del autobús. Le dice que le va a matar y le da dos cates. El gordo ni mu. Le da dos cates más. Me bajo, pero antes de que cierren la puerta introduzco la cabeza un momento y grito : “¡¡MATA A ESE YONKI HIJODEPUTA JODER!!¡¡MÁTALO!!. Y salgo corriendo partiéndome el culo por si el yonki se baja y viene a por mí.
En la calle huele a primavera, aspiro profundamente y emito una ancha sonrisa de felicidad absoluta. ¡Qué hermosa puede ser la vida y cuántas sorpresas te depara!
-¿Por qué lo hizo? Solo eran unos niños.
Se me queda mirando
-Eran unos niños- le digo, inyectando mi mirada de sabio gurú en sus ojos.
Se levanta y se sienta en otro lado. Qué risa, las rodillas le llegan al pecho.
Ahora entra una rubia de tres pares de cojones. El autobús va casi vació y va la tía y se sienta a mi lado. Abre las piernas como si tuviera huevos y aprieta su muslo contra el mío. Esta vez no me aparto. La miro de reojo varias veces. Luego la miro directamente para examinar su perfil y cuando me mira por el rabillo del ojo disimulo levantando mucho la cabeza como si estuviera examinando el contenido de un escaparate de los chinos que hay afuera y arqueando las cejas exageradamente. Saca un libro y mueve los labios mientras lee (¡qué palurda!, encima es uno de Ruiz Zafón). Tiene un hilillo de saliva que une el inferior con el superior. Uhhmmm. Dejo caer mi mano muerta sobre su muslo. Se levanta y se cambia de sitio. ¡Qué tontorrona! Cuando se acerca mi parada, me levanto y me acerco a la puerta. Un yonki esta discutiendo con un gordo macarrilla en el descansillo de la mitad del autobús. Le dice que le va a matar y le da dos cates. El gordo ni mu. Le da dos cates más. Me bajo, pero antes de que cierren la puerta introduzco la cabeza un momento y grito : “¡¡MATA A ESE YONKI HIJODEPUTA JODER!!¡¡MÁTALO!!. Y salgo corriendo partiéndome el culo por si el yonki se baja y viene a por mí.
En la calle huele a primavera, aspiro profundamente y emito una ancha sonrisa de felicidad absoluta. ¡Qué hermosa puede ser la vida y cuántas sorpresas te depara!
En la imagen, un chistecito de autobuses que no tiene que ver pero es muy gracioso y es casi una historia real
5 comentarios:
Vaya delicatessen tu texto! todo un recreo para la mente :) Estaría guay que hicieras una pequeña seleccioncilla de tus ejcritos y lo materializaras en algún fanzinillo
ya estoy preparando una selección, para publicar un libraco de textos alternados con cómics. A ver qué sale.
y por ahí ya llegó al primavera?¿ qué pena que la rubia tambien se cambiase de sitio ;P y me ha hecho gracia tb la viñeta...
dirty saludos¡¡
Nada, un amago estos días de atras,hoy hace un frio de muerte. ¿La rubia? ¿quien quiere follarse a una rubia espectacular que mueve los labios cuando lee?
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